viernes, 29 de enero de 2016

Verdugo y víctima

Chosen Temporada 1 (Ben Ketay/Ryan Lewis 2013)

Llaman a la puerta. Abres y no hay nadie. Pero, en el suelo, hay una caja de madera tallada. Miras a los lados por si hay alguien alejándose, la coges y te metes en casa. Cuando la abres, ves la foto de una persona con su nombre y una pistola cargada. Tienes que matarla. Pero como si no fuera suficiente, no solo te has convertido en verdugo sino que, a la vez, eres el objetivo de otra persona a la que le ha llegado otra caja igual con tu foto en el interior.

Es la interesante premisa de Chosen, de la que me he pulido los seis capítulos de la primera temporada de una sentada. Hay trampa. Cada episodio no dura más de 20 minutos (curioso, porque solo las sitcom -comedias de situación- tienen esa duración). Por lo tanto los plazos se aceleran y la acción se vuelve más trepidante que en cualquier otra serie cuyos episodios duren los típicos 40 a 50 minutos. Dicha primera temporada se basa en cómo este "juego" afecta al protagonista (Milo Ventimiglia), abogado defensor, y su familia.


Poco sabemos de los organizadores de este juego pero chirría un poco una quizá excesiva omnipotencia. Saben todo lo que sus jugadores están haciendo en cualquier momento y tienen colaboradores en todas partes dispuestos a actuar al instante incluso en los lugares más remotos. Aunque ese pequeño detalle no resta interés al conjunto.

Ya me estoy viendo la segunda temporada. Espero que no suponga un problema que esta familia que está huyendo de los creadores del "juego" comparta protagonismo con una nueva víctima-verdugo que entra en acción en una historia paralela. Eso, y soy de letras, da solo para invertir diez minutos de acción en cada línea de la historia. Y no sé si es suficiente.

jueves, 28 de enero de 2016

Distopía in the USA

The Man in the High Castle (Frank Spotnitz, 2015)

Si hay algo que me ponga tanto como los territorios pos-apocalípticos son los pasados distópicos. Aquellos que distorsionan nuestro hechos históricos. Y uno de esos futuros inquietantes nos propone The Man in the High Castle. ¿Qué pasaría si Alemania y Japón hubieran ganado la II Guerra Mundial? Pues que según la premisa de esta serie, se hubieran repartido los Estados Unidos en dos (El Gran Reich alemán en el este y los Pacific States japoneses en el oeste)

El hilo conductor de esta primera temporada son unas extrañas películas cinematográficas que se disputan las autoridades alemanas, las japonesas, la Resistencia y algunos otros, como la mafia japonesa (Yakuza) que venden sus servicios al mejor postor; y todos aquellos personajes que se ven envueltos, voluntaria o involuntariamente, en los cambios de manos que sufren las mismas: ciudadanos norteamericanos que viven en un país ocupado por extranjeros, los nuevos habitantes procedentes de la metrópoli que tiene status superior, agentes dobles, temibles policías secretos, altos cargos políticos y militares...



La serie es entretenida (sin ser la hostia) y la ambientación está muy lograda (son los años 60) Sigue fallándome en este tipo de pelis y series de espías lo fácil que se escapan los protagonistas de calabozos inexpugnables, trampas mortales (mientras otros caen como moscas alrededor) o entran y salen de los cuarteles generales enemigos como quien va a comprar al super. Algunas subtramas desvían la atención y no las considero necesarias y hay momentos en el que la intensidad baja y como no estés muy atento, puedes correr el riesgo de buscar dónde tienes la táblet para echar un par de partidas al apalabrados mientras ves la tele.

Aún así, plantea premisas impactantes como la normalización en esa sociedad nazi de la "eutanasia activa" de aquellos que padecen cualquier tipo de enfermedad, la total ausencia de judíos en Norteamericana o la "curiosidad" de ver a los blancos en puestos de trabajo inferiores en la sociedad nipona del oeste de los USA. Todo un ejercicio mental producto del ¿qué hubiera pasado si...?

La serie está basada en un libro de Philip K. Dick, famoso escritor de ciencia ficción con una inmensa obra entre la que se encuentran libros como el que utilizó Ridley Scott para filmar Blade Runner (curiosamente, mucho mejor la película que el libro, he de decir)

A ver cómo está la segunda temporada. La primera ha dejado muchas preguntas en el aire.

miércoles, 20 de enero de 2016

Ágata Tarantino

 Los odiosos 8 / The Hateful 8 (Quentin Tarantino, 2015)

Tarantino es Tarantino. Perogrullo. Es lo que le pasa a los cineastas (y extrapolaría a los artistas en general) con "estilo propio"; que es reconocible en cualquier contexto. Y da igual si se trata de ladrones (Reservoir Dogs), de la II Guerra Mundial (Inglorious Bastards), el Oeste (Django Unchained), Artes Marciales (Kill Bill 1 & 2) Hasta Jackie Brown, que creo que es la única que no escribió él además de dirigirla, se la llevó a su terreno. Por eso, a los que les gusta dirán que es un "autor" con rasgos personales y a los que no les gusta, que se repite haciendo siempre la misma película una y otra vez.

Una película de Tarantino se caracteriza por mucho taco y violencia explícita (ahí ya me ha ganado). Los personajes hablan todo el rato, como si se hubieran metido cuarenta rayas de speed y lo hacen de cosas sin sustancia (small talk, que dicen los anglosajones) lo que nos acerca a su cotidianeidad y ayuda a que conozcamos mejor a sus personajes. Es extremadamente descriptivo y rueda al detalle escenas que la gran mayoría de directores se cargarían con una elipsis fuera de cuadro.

El director es extremadamente cruel con sus personajes. No tiene piedad. Si se los tiene que cargar se los carga. Eso hace que se vaya a tomar por culo la comodidad del espectador (con su razonamiento: "este personaje es el protagonista bueno así que seguro que sobrevive"). Eso hace, que en sus películas haya tantos protagonistas que resultan victoriosos como los que se van al infierno. Porque en las pelis de Tarantino, hasta los buenos se van al puto infierno.


 Su última película, también un Western, tiene esos trazos característicos pero está enriquecida con algo más. Durante buena parte del metraje tenemos nada más ni nada menos que una historia digna de Ágata Christie. Ocho personajes encerrados en una cabaña en medio de una tempestad y en plenas montañas de Wyoming. Y no sabes si van o si vienen, quiénes son buenos y quiénes son malos. Tarantino mantiene la tensión y la duda porque es el puto amo en eso. Por otro lado, este film se podría convertir perfectamente en una obra de teatro debido a la existencia de un único escenario. Simplemente, habría que eliminar algunos flash backs descriptivos de la película. Y, ojo, con una buena parte sin un tiro ni una sangonera que le debió salir al tío un sarpullido con tanta contención (eso sí, cuando se lía, se lía parda)

Sin ser su mejor obra, el tipo es que es muy bueno. Se vuelven a pasar volando las casi tres horas del metraje (Tarantino las pasaría canutas si tuviera que rodar un corto) Ayuda, como no, el reparto. Vuelve a unir en una superproducción a actores fetiche (como Samuel L. Jackson y Michael Madsen) con antiguas estrellas en horas menos afortunadas (lo hizo por ejemplo con David Carradine en Kill Bill y Robert Forster y Pam Grier, en Jackie Brown; aquí lo hace ahora con Jennifer Jason Leigh e incluso diría yo que con Kurt Russell) sin olvidar estrellas "en el candelabro" (Channing Tatum) e incorporaciones más o menos "exóticas" (en este caso es excelente actor mexicano Demián Bichir y un intérprete en alza que viene de la televisión y con el que ya contó en su última pieza, Django Desencadenado. Se trata de Walton Goggins)

viernes, 15 de enero de 2016

Refroteo y Hostias como panes

Banshee (Temporada 1)

Cuando acaba un episodio de la serie Banshee, estás cachondo perdido y con ganas de partirle la cara a alguien. Ni más ni menos. No es una serie de arte y ensayo. Busca subir el nivel de adrenalina en el espectador. Y lo consigue. Aunque a veces se pasa de frenada.

Un ex convicto (de los que anda con los brazos anchos a lo Hombres Mujeres y Viceversa y mira siempre de reojo, como enfadado) sale tras quince años y llega al pueblo en busca su compañera de fechorías y ex pareja, que ha rehecho su vida. Suplanta la identidad del nuevo sheriff (como si nada, también hay que decirlo) Y ya la tenemos liada con 10 episodios de polvos de esos de agarrarse fuerte a la cabecera la cama y hostias como panes. No busquéis ni pies ni cabeza porque en la vida real al cabo de tres minutos ya han comprobado que es un impostor. Simplemente, relajaos y disfrutad del espectáculo.

Tenemos mafiosos rusos, mafiosos amish (sí, lo que oís, los de "Único Testigo" aunque después de Amish Mafia, aquel reality psicotrónico, tampoco me sorprende nada), tenemos mafiosos indios con sus casinos en su reserva, tenemos buenorros que se están dando de palos a un rato sí y al otro también; tenemos jamelgas seductoras...que se están dando de palos a un rato sí y al otro también (en aras de la igualdad, ahora las mujeres también te cruzan la cara), asesinatos tan cotidianos como el ir a comprar el pan (y con la misma indiferencia), tráfico de droga, robos, extorsión... El tema que esto no pasa en Nueva York o Los Ángeles, sino en un pueblo pequeño de Pennsylvania en el que se supone que todos conocen a todos y llevan en secreto tanta maldad pues que no debe ser fácil, oiga.


 Con estos mimbres, ¿de verdad era necesario meter subtramas en distintos episodios como el ataque de unos moteros o la toma de rehenes en un colegio, que nada tienen que ver con la historia principal? Coño, que está el protagonista robando en un museo y al acabar tiene que resolver una situación con rehenes. Si luego tiene que cohabitar, le va a dar un algo al pobre.

Creo que se podrían haber ahorrado estas historias secundarias. Esto es como las ensaladas que me hago yo, que para comerme el verde le meto tantas historias que al final ya me he olvidado que eso que me estoy comiendo es una ensalada. Ese es el fallo principal. Quieren meterle tanta acción y suspense; quieren que pasen tantas cosas, que te aturullan. Y, oye, que esta serie debe ser de encefalograma plano y venga mamporro y folleteo, que no estamos para que nos mareen la cabeza.

Otro error, este menor, es que para haber tanta pelea las coreografías pecan a veces de demasiado artificiales. Y si la serie es de hostia va y hostia viene, pues al final se acaba notando. Además, se pasan tanto rato en cada pelea que te puedes ir a echar una meada y cuando vuelves aún se están hostiando. Nunca pensé que iba a gritar a la tele: "Pero, hablad un poco, por favor. Comunicaos. La violencia no es la solución".

En general, es una serie muy entretenida sin más con algunas sorpresas agradables como el buen actor danés Ulrich Thomsen (de esos que saben actuar, que también va bien)

martes, 12 de enero de 2016

Traficante de drogas pero persona antes que nada

Mr. Nice (Bernard Rose, 2010)

No soy un moralinas, pero me tocan bastante los cojones esas películas hagiográficas que ensalzan a criminales como, en este caso, traficantes de droga. En este caso, se basa en un libro escrito por el propio camello, Howard Marks, así que tampoco era cuestión de hacer mucha autocrítica, ¿no? A pesar de condenar a su mujer y sus hijos a pasarlas moradas con sus juicios e idas y venidas a la cárcel; las redadas policiales y demás. Pero, bueno, oye, es que en el fondo era un buen tipo, un canalla simpático, un padre y esposo amantísimo que solo quería "alimentar a su familia".

Y ese es el tono de la película. Introducía toneladas de hachís desde Paquistán a Europa y Estados Unidos pero era un tipo enrollado que se pasa la película con pinta de fumeta de los que no ha roto nunca un plato. Y mientras tanto, los policías, o son tontos o malvados.


Por cierto, ¿puede ser aburrida una película que va sobre un traficante de drogas, a veces espía, con sus buenas dosis de sexo, el IRA, los servicios secretos británicos, vacaciones en España y no sé cuantas historias más? Este es un ejemplo de que sí. Porque se cuentan todas experiencias con la misma pasión del que explica que primero fue a la frutería y luego a la panadería, pasando por el estanco antes de ir al Ayuntamiento a pagar la matriculación del coche.

El actor galés Rhys Ifans se dedica a entornar los ojos en plan fumeta y a pasear su desgarbada figura durante todo el metraje del film sin saber si está haciendo una de sus comedias o a esto había que darle otro tono. 2 horas bastante aburridas.

Las trampas del Hamor

Pas Son Genre (Lucas Belvaux, 2014)

Hay películas que te hacen salir cabreado del cine. Por tramposas. Esta es una de ellas. La fui a ver en versión original así que no sé el nombre que tuvo en España si alguna vez la estrenaron en español. Sinopsis: un profesor de filosofía soltero convencido y que no cree en el amor establece una relación con una peluquera enamorada del amor.

El film empieza con la ruptura sentimental del profesor con su anterior pareja y su traslado a "provincias", algo traumático para un parisino de pro como él. Allí, se fijará en una peluquera soltera y con un hijo. Con estos mimbres podría uno esperarse una comedia dramática con los conflictos propios de dos personas en tan distinta situación social, económica, familiar, de preparación intelectual... Nada de eso pasa. Se establece una relación entre ellos con toda la normalidad del mundo y todos los posibles conflictos se van superando con un desarrollo plano, frío y descorazonador. Va desaprovechando una a una todas las oportunidades de ofrecer una reflexión "filosófica" y adentrarse en el mundo de las relaciones de personas de diferente condición. Hubiera sido una película ideal para valorar esa manida frase de "los opuestos se atraen".

Por supuesto, aquella que está en las nubes encajando a la fuerza a su nueva pareja en el esquema preconcebido que ella tiene (como intentar meter un triángulo en el hueco del círculo), es presentada como la buena de la película. Porque ama amar. Él, que en ningún momento esconde su forma de pensar y que es sincero y consecuente con ello, parece destinado a ostentar el papel de malo. Y eso que se va bajando los pantalones sin que eso surta efecto en su churri. No sabéis como me jode este tipo de planteamientos.

Un guión poco trabajado, situaciones pretendidamente tensas metidas con calzador y carentes de chispa y un final efectista que no viene a cuento son algunos de los elementos que acaban provocando el cabreo del espectador. Al menos, el mío. Podría ser una bonita película sobre el Hamor (que es el amor real, el imperfecto) y se queda en un bodrio. Al menos, pude practicar francés escuchado. Si no, hubieran sido dos horas de mi vida injustamente perdidas.

La Cara Sucia de la Ley

Public Morals (Temporada 1)

Edward Burns es un actor neoyorquino de esos que se nota que aman su ciudad, a lo Woody Allen. Gran parte de su obra está centrada en Nueva York. Iba para Brad Pitt pero se quedó por el camino y quizá, intuyéndolo, comenzó a escribir y dirigir sus propias películas. ¿Qué mejor forma de asegurarte el papel protagonista? Así que ha ido alternando papeles más o menos grandes en películas de gran presupuesto con incursiones independientes en las que ha gozado de mayor margen de maniobra.

Ahora se mete en el mundo de las series de la mano de Steven Spielberg. No está mal el padrino. Se ve que esto viene de cuando Burns protagonizó uno de los personajes de Salvar al Soldado Ryan. La acción de Public Morals se centra en el barrio de Hell's Kitchen en los años 60. Se trata de un barrio con fuerte presencia irlandesa y gran parte de los personajes tienen esas raíces tanto a un lado como a otro de la ley.


Public Morals se centra en la corrupción socialmente aceptada y practicada por aquellos policías que, precisamente, deben velar por la moral de los demás respecto a temas como alcohol, juego, prostitución, homosexualidad...

Yo me he visto la primera temporada en TNT, que consta de 10 episodios. Tengo que decir que no es la serie de mi vida y no cuenta nada que no se haya visto antes en películas y series. Pero es muy entretenida, sus actores están espectaculares, la ambientación te hace viajar en el tiempo de forma muy convincente (incluida la impresionante banda sonora que incluye...¡el Black is Black de los españoles Los Bravos!) y la trama está bien urdida. El único problema es la excesiva condescendencia con la que se trata a unos protagonistas que, en el caso de los policías, no dejan de ser ciudadanos corruptos.

Una serie "negra" que te deja con ganas de ver la segunda temporada.