miércoles, 24 de febrero de 2016

Pixar: corto es bueno

Inside Out/Del Revés (Pete Docter/Ronnie del Carmen)

Yo entiendo que traducir Inside Out (algo así como "desde dentro hacia afuera") es complicado pero haber llamado a esta película "Del Revés" no ha sido muy afortunado. Porque es el quid de todo este delicioso film de animación de la Factoría Pixar.

Después de este prólogo sobre la torpeza de los señores que traducen los nombres de las películas (me da la sensación de que su trabajo lo realizan hasta arriba de alcohol y sustancias estupefacientes; cuando están sobrios, dejan el título original en inglés) vayamos a lo importante: Inside Out es muy buena pero te deja con ganas de más.

La mayor parte de la culpa la tiene la industria de Hollywood que se empeña en convertir las películas en churros de más de dos horas y media como diciendo "ya que te vamos a clavar 10 euros por la entrada, vas a estar mogollón de rato sentado para que te convenzas de que eso lo justifica todo". Como perros de Paulov, hemos caído en la trampa. Y si te ponen una película de hora y media justica como es este caso una parte de tu cerebro dice "¡eh!, ¿Y la otra hora que falta?"


Pero es precisamente esa concisión una de las ventajas de Inside Out (y, por extensión, de los films marca Pixar). Te cuenta lo que te quiere contar sin rodeos ni giros innecesarios. Es una historia entretenida, directa y pasas un buen rato. Como contrapartida, la historia puede ser para el espectador adulto demasiado sencilla a veces.

Unos extraños "seres" controlan nuestro cerebro (son nuestras emociones: miedo, alegría, tristeza, enfado...) Dependiendo de quién esté al mando de la "consola" nuestro estado de ánimo es uno u otro. El cambio de residencia de una niña pre-adolescente, sus reacciones ante su nueva casa y colegio... son la excusa para darnos a conocer este particular funcionamiento de nuestro cerebro. Y lo bueno es que lo explica de una manera en que tiene perfecto sentido. Es como una clase de neurología (con todas las licencias del mundo, claro) de nivel usuario.

Han pasado muchos años desde Toy Story, el primer largo Pixar. De esa primera a esta última, son piezas de artesanía en las que se advierte mucho trabajo y cariño; incorporando los progresivos adelantos tecnológicos. Tratan temas "globales" y siempre lo clavan: Up (la vejez), Toy Story (la particular relación de los niños con sus juguetes), Los Increíbles (el mundo de los superhéroes)...

Siempre es un placer relajarse, olvidarse de todo y pasar un rato de lo más entretenido con una película Pixar. E Inside Out hace honor a su estirpe.

De esas que te enfadan

Gone Girl/Perdida (David Fincher, 2014)

Este Fincher es capaz de lo mejor y de lo peor. En este caso, se trata de lo segundo. Creía que no iba a tener huevos de hacer lo mismo de nuevo, pero en Gone Girl, David Fincher se ha cascado un bodrio tan irritantemente tramposo como The Game. De esas que te enfadas y tienes ganas de darle un puñetazo a la pared cuando acaba.

La historia es inverosímil y rocambolesca. Fuegos de artificio con la supuesta intención de mantener al espectador sin saber qué es cierto y qué es falso. Pero en cada nuevo giro pretendidamente sorprendente el guión se hunde más en la mierda porque tiene más agujeros que un queso de gruyer y ni el más crédulo se traga lo que está viendo. Y como este señor no sabe hacer películas cortas pues cuando la caga, el engendro se hace largo de cojones.

Ben Affleck, ese actor con forma de armario ropero, se pasea con cara de despistado por todo el metraje. Es un marido que un día llega a casa y comprueba que su mujer ha desaparecido. Pasa de atribulado cónyuge a principal sospechoso. A partir de ahí pasan trescientas cosas, cada una en sentido contrario de la anterior que en vez de un "ohhhhhhhhhh" de sorpresa produce más bien un "venga, no me jodas".

Una ida de perola



viernes, 19 de febrero de 2016

Haciendo pasta con el SIDA

Dallas Buyers Club (Jean Marc Vallée, 2013)


Dallas Buyers Club no es una mala película. Pero tampoco es la hostia. Eso sí, es de las que les mola a los de los Óscar; historia de superación personal y eso. Por eso se llevó unos cuantos. Pero con menos pasta, había podido ser un telefilm de las 4 de la tarde.

Ron Woodroof es un machote que se las tira a todas, se mete lo que no está escrito por la tocha y va siempre medio borracho. Él supone que es por eso por lo que se encuentra mal de salud hasta que le dicen que tiene SIDA. Son los ochenta y es común la errónea creencia de que eso es solo cosa de gays. Por eso, al principio, no se lo cree cuando le dan un mes de vida.

Acostumbrado a buscarse la vida, no se resigna a seguir el tratamiento paliativo que le recetan prácticamente para que se deje morir y viaja a México a hacerse con medicamentos para el SIDA prohibidos en Estados Unidos. Ahí comienza un periplo por distintos países y contra las autoridades sanitarias para importar los medicamentos no solo para él sino para todo quisque que le quiera pagar.


Ahí está lo polémico de la propuesta. Lo venden poco menos que como un activista contra la rigidez de la administración respecto a la salud de las personas pero para mi, es un caradura que aún a las puertas de la muerte hace negocio y saca provecho de la desesperación de otros en su misma situación. En cambio, esto toma el aspecto de una hagiografía; en plan, qué buen samaritano.

Se puede ver su evolución personal, despreciado por sus antiguos colegas tan machotes como él y su progresiva "tolerancia" (que yo veo bastante forzosa; los tolera porque le pagan) con la comunidad gay, su principal clientela. Mathew McConaughey encarna al protagonista apuntándose a la moda de perder trescientos kilos para dar veracidad al personaje. La verdad es que da penica verlo, físicamente digo. No lo hace mal. Es un buen actor, y este tipo de papeles son agradecidos. Pero queda totalmente eclipsado por su "partenaire" Jared Leto, espectacular en la piel de un transexual, primero cliente y luego socia del primero. Su interpretación tiene una gran humanidad. En su amaneramiento no hay afectación y artificiosidad. Personaje y actor se funden perfectamente. Y ambos calan hondo en el espectador.

Así que, merece la pena ver el film especialmente para ver la interpretación de Leto y el tratamiento ya histórico de los inicios de la epidemia del SIDA en los 80 y lo perdidos que iban todos con la "nueva" enfermedad.