miércoles, 20 de enero de 2016

Ágata Tarantino

 Los odiosos 8 / The Hateful 8 (Quentin Tarantino, 2015)

Tarantino es Tarantino. Perogrullo. Es lo que le pasa a los cineastas (y extrapolaría a los artistas en general) con "estilo propio"; que es reconocible en cualquier contexto. Y da igual si se trata de ladrones (Reservoir Dogs), de la II Guerra Mundial (Inglorious Bastards), el Oeste (Django Unchained), Artes Marciales (Kill Bill 1 & 2) Hasta Jackie Brown, que creo que es la única que no escribió él además de dirigirla, se la llevó a su terreno. Por eso, a los que les gusta dirán que es un "autor" con rasgos personales y a los que no les gusta, que se repite haciendo siempre la misma película una y otra vez.

Una película de Tarantino se caracteriza por mucho taco y violencia explícita (ahí ya me ha ganado). Los personajes hablan todo el rato, como si se hubieran metido cuarenta rayas de speed y lo hacen de cosas sin sustancia (small talk, que dicen los anglosajones) lo que nos acerca a su cotidianeidad y ayuda a que conozcamos mejor a sus personajes. Es extremadamente descriptivo y rueda al detalle escenas que la gran mayoría de directores se cargarían con una elipsis fuera de cuadro.

El director es extremadamente cruel con sus personajes. No tiene piedad. Si se los tiene que cargar se los carga. Eso hace que se vaya a tomar por culo la comodidad del espectador (con su razonamiento: "este personaje es el protagonista bueno así que seguro que sobrevive"). Eso hace, que en sus películas haya tantos protagonistas que resultan victoriosos como los que se van al infierno. Porque en las pelis de Tarantino, hasta los buenos se van al puto infierno.


 Su última película, también un Western, tiene esos trazos característicos pero está enriquecida con algo más. Durante buena parte del metraje tenemos nada más ni nada menos que una historia digna de Ágata Christie. Ocho personajes encerrados en una cabaña en medio de una tempestad y en plenas montañas de Wyoming. Y no sabes si van o si vienen, quiénes son buenos y quiénes son malos. Tarantino mantiene la tensión y la duda porque es el puto amo en eso. Por otro lado, este film se podría convertir perfectamente en una obra de teatro debido a la existencia de un único escenario. Simplemente, habría que eliminar algunos flash backs descriptivos de la película. Y, ojo, con una buena parte sin un tiro ni una sangonera que le debió salir al tío un sarpullido con tanta contención (eso sí, cuando se lía, se lía parda)

Sin ser su mejor obra, el tipo es que es muy bueno. Se vuelven a pasar volando las casi tres horas del metraje (Tarantino las pasaría canutas si tuviera que rodar un corto) Ayuda, como no, el reparto. Vuelve a unir en una superproducción a actores fetiche (como Samuel L. Jackson y Michael Madsen) con antiguas estrellas en horas menos afortunadas (lo hizo por ejemplo con David Carradine en Kill Bill y Robert Forster y Pam Grier, en Jackie Brown; aquí lo hace ahora con Jennifer Jason Leigh e incluso diría yo que con Kurt Russell) sin olvidar estrellas "en el candelabro" (Channing Tatum) e incorporaciones más o menos "exóticas" (en este caso es excelente actor mexicano Demián Bichir y un intérprete en alza que viene de la televisión y con el que ya contó en su última pieza, Django Desencadenado. Se trata de Walton Goggins)

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