viernes, 19 de febrero de 2016

Haciendo pasta con el SIDA

Dallas Buyers Club (Jean Marc Vallée, 2013)


Dallas Buyers Club no es una mala película. Pero tampoco es la hostia. Eso sí, es de las que les mola a los de los Óscar; historia de superación personal y eso. Por eso se llevó unos cuantos. Pero con menos pasta, había podido ser un telefilm de las 4 de la tarde.

Ron Woodroof es un machote que se las tira a todas, se mete lo que no está escrito por la tocha y va siempre medio borracho. Él supone que es por eso por lo que se encuentra mal de salud hasta que le dicen que tiene SIDA. Son los ochenta y es común la errónea creencia de que eso es solo cosa de gays. Por eso, al principio, no se lo cree cuando le dan un mes de vida.

Acostumbrado a buscarse la vida, no se resigna a seguir el tratamiento paliativo que le recetan prácticamente para que se deje morir y viaja a México a hacerse con medicamentos para el SIDA prohibidos en Estados Unidos. Ahí comienza un periplo por distintos países y contra las autoridades sanitarias para importar los medicamentos no solo para él sino para todo quisque que le quiera pagar.


Ahí está lo polémico de la propuesta. Lo venden poco menos que como un activista contra la rigidez de la administración respecto a la salud de las personas pero para mi, es un caradura que aún a las puertas de la muerte hace negocio y saca provecho de la desesperación de otros en su misma situación. En cambio, esto toma el aspecto de una hagiografía; en plan, qué buen samaritano.

Se puede ver su evolución personal, despreciado por sus antiguos colegas tan machotes como él y su progresiva "tolerancia" (que yo veo bastante forzosa; los tolera porque le pagan) con la comunidad gay, su principal clientela. Mathew McConaughey encarna al protagonista apuntándose a la moda de perder trescientos kilos para dar veracidad al personaje. La verdad es que da penica verlo, físicamente digo. No lo hace mal. Es un buen actor, y este tipo de papeles son agradecidos. Pero queda totalmente eclipsado por su "partenaire" Jared Leto, espectacular en la piel de un transexual, primero cliente y luego socia del primero. Su interpretación tiene una gran humanidad. En su amaneramiento no hay afectación y artificiosidad. Personaje y actor se funden perfectamente. Y ambos calan hondo en el espectador.

Así que, merece la pena ver el film especialmente para ver la interpretación de Leto y el tratamiento ya histórico de los inicios de la epidemia del SIDA en los 80 y lo perdidos que iban todos con la "nueva" enfermedad.

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