miércoles, 16 de octubre de 2013

El Discurso del Rey (Tom Hooper, 2010): Superación "Real"

Mira que me lo temía. Pues nada, que no aprendo. Hacía tiempo que quería ver "El Discurso del Rey". Por eso de que lo petó en los Óscar y porque salen varios actores que para mi son muy buenos (Geoffrey Rush, Colin Firth) Pero, o yo no estaba para reyes ingleses o, simplemente, es que está sobrevalorada porque a mí no me ha parecido para tanto.

Y he caído en la cuenta de que, muchas veces, que una película triunfe en los premios de Hollywood no significa automáticamente que valga la pena. Incluso hay ocasiones en el que es al contrario. Porque me da la sensación de que los Óscar son como las Olimpiadas, todo está amañado de antemano.

Reflexionando, no me extraña que la película triunfara entre el público anglosajón. A los yanquis les gusta porque mantiene el estereotipo que tienen de los british pomposos (aunque luego hay que ver el rollo que se traen con sus presidentes) Además, es una historia de superación: un rey al que no te tocaba subir al trono y, para más inri, teniendo que superar sus problemas de tartamudez que le han atormentado desde su infancia. Teniendo en cuenta que tiene que dar discursos en público en un periodo tan jodido como la II Guerra Mundial. Complicado pe-pe-pedir al pu-pueblo brita-tanico que sea valiente con cierta credibilidad. No lo digo yo, es la sensación que destila la película.

Y es que en Estados Unidos les ponen las historias de superación, sea un pobre chico de barrio que deja las calles y se redime como empresario rico, deportista de élite o artista con talento; el político que vence contra todo pronóstico a su rival; los pobres del país chungo de turno que escapan de la guerra... Vamos, que si encima está "basado en hechos reales" el éxtasis es total.

File:Kings speech ver3.jpg

El problema es que está película de Tom Hooper (no confundir con Tobe Hooper, el de La Matanza de Texas, no es el mismo rollo) es demasiado plana. No tiene chispa. Parece un telefilm. No me creo en ningún momento la "supuesta" relación de profunda amistad entre el rey y su logopeda. Y claro, yo voy, me aburro y me dedico a otra cosa. Mala señal si me quedo con la tele solo como telón de fondo (bueno, otros se machacan el cerebro con ¿Quién quiere casarse con mi hijo?.


Como suele pasar en este tipo de películas con presupuesto, salvan algo la papeleta actorazos como Colin Firth (haciendo de Jorge VI), Geoffrey Rush (logopeda de extraños pero efectivos métodos) secundado por otros igual de solventes como Guy Pierce (Eduardo, quien fue rey por muy poco tiempo al insistir en casarse con una divorciada yanqui), Timothy Spall (que hace de Churchill) y Michael Gambon (Jorge V, el padre)

Mención aparte merece Helen Bonham-Carter (que la tía ya tiene nombre aristocrático de serie) Demuestra que es una actriz versatil, algo complicado porque últimamente solo le tocaban papeles de pirada cortesía, entre otros, de Tim Burton.

En fin, pilarín, que me esperaba más. Una nueva razón para confiar en mi primer instinto de mosquearme si voy a ver una peli  de Óscar.


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